11.6.11

Día del vecino

La casa daba al frente del pasaje, mis padres se la alquilaban a doña María desde que se casaron, un año antes de mi llegada. Desde entonces tuve tres abuelas, una por parte de madre, otra por parte de padre y una tercera por parte de barrio. Doña María, viuda de Jovino, vivía al fondo con su padre Antón. Todas las siestas, doña Pepa, doña Margarita, doña Josefa, doña Nieves y su hermana Estrella, doña Ángela y la dueña de casa, se sentaban en el patio a tejer los últimos chismes de la cuadra, mientras a Antón "pirulero" le tocaba la dolorosa tarea de sostener la madeja abierta que al rato terminaba convertida en pelota con colita.
Muchas veces me tocó formar parte del grupete por ejemplo si volvía antes de la escuela o si mamá tenía que salir.
Es curioso que no recuerde ni uno sólo de los chismes, a lo mejor porque adelante mío hablaban en clave. Sin embargo, estoy segura de que aquellos ratos son los responsables de mi debilidad por el santa clara, el gusto por la lana amarilla, por el calor del golpeteo metálico de las dos agujas y también por la alegría que todavía me producen el Gran Bonete y el Don Pirulero.
Selva 2011. (Foto de 1970 en el patio de Cayasta, en el extremo izquierdo doña Pepa, en el derecho doña Ángela, al medio de izq. a der. doña María, su padre y su hermana doña Margarita).

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